La verdad es que los últimos meses el mundo de la moto se ha visto afectado con el dichoso coronavirus. Si nada ni nadie se ha podido librar de sus efectos, nuestra afición tampoco. En marzo del 2020 comenzó el confinamiento, arrancábamos las motos en el garaje (con ventilación para no suicidarnos) y las utilizábamos para ir a hacer compras y pequeños traslados permitidos con la esperanza de que, en caso de que nos pararan, justificarnos con el argumento de que era nuestro vehículo, pero el tema era ponerlas en marcha y dar vueltas por la localidad con la compra en las alforjas, el casco calado hasta las cejas y mirando de reojo en todas direcciones. Muy triste, pero todo era triste en aquellos meses.
Y llegó el verano, y con él nos vendieron la idea de la "nueva normalidad", todo estaba resuelto y era cuestión de poco tiempo que el virus desapareciera y todo volviera a ser como siempre, es decir, con todos los problemas que nos da la realidad (que no son pocos ni fáciles) pero sin virus. Pero fue una ilusión, el maldito virus se quedó entre nosotr@s, los hospitales y las UCI volvieron a llenarse con el único horizonte de esperanza de las ya cercanas vacunas. Ya no hubo confinamiento en otoño, pero las normas obligatorias cerraron los bares y limitaron los grupos y los movimientos. Pero había que rodar, y al menos nos permitían circular por nuestra comunidad autónoma que, por cierto, tiene unas carreteras de montaña espectaculares. Y así fue como tuvimos que renunciar a las maravillosas tertulias frente a un opíparo almuerzo, en la mesa de un bar de carretera, rodead@s de cascos, guantes, chaquetas y demás parafernalia que identifica a un/a moter@ en relación al resto de mortales.
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Bares cerrados... |
Hoy seguimos saliendo, han suavizado las restricciones, parece que la vacunación va poco a poco ganando terreno a la pandemia, y, a pesar de todo, por precaución much@s de nosotr@s seguimos almorzando y charlando casi "on the road", junto a la carretera, porque no todo el mundo respeta las precauciones que la situación exige, tiempo habrá de volver a nuestros queridísimos bares de carretera, al bullicio de los grupos moteros que suelen elevar la voz cuando se quitan el casco y a esa parada obligada que divide nuestras rutas en dos sesiones bien diferenciadas, la de ida (da igual a dónde) y la de vuelta a casa.
Ójala las restricciones y el virus (sobre todo el virus) nos permitan este verano ampliar el horizonte de nuestras salidas y recuperar aquellas sanas costumbres que ahora hemos comprobado que no eran imprescindibles, porque no conozco moter@s que hayan dejado de rodar por no poder almorzar en un bar. Al menos, el virus no ha parado ni la afición, ni la venta de motos, y nuestras carreteras han seguido llenas de grupos o moter@s solitarios a la mínima oportunidad.
Yo, por si acaso, sigo llevando una mascarilla de repuesto y gel desinfectante en las alforjas ...
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