martes, 31 de julio de 2012

SOY MOTERO

Hace un tiempo, mi amigo Luis "Calavera", escribió un post en el foro Star Riders, en el que exponía sus razones para ser y sentirse motero, como siempre me ocurre con él, ello me impulsó a contestarle y me dió argumentos para reflexionar sobre las mías. Como me suele ocurrir, no las encontré, al menos no con la claridad y rotundidad que desearía; aunque, una vez más, pude comprobar lo que el inconsciente es capaz de influir en nosotros, y en mi caso, que no soy persona de verdades absolutas. Me parece interesante reproducir y guardar en el bloq aquellas ideas, y ahí van.



 No sé bien por qué me gustan las motos, supongo que las constantes idas y venidas de mi padre con la suya, cuando casi ni sabía andar, fueron el origen; bajaba al garaje y me subía en su Iso bicilíndrica sobre el caballete y desde allí solo tenía agarrarme al manillar, mirar hacia adelante, cerrar los ojos e imaginar la carretera ... y comenzar a viajar por todos aquellos lugares que veía en los libros y en el cine, me sentaba en un taburete y la limpiaba a conciencia, desconectaba el macarrón para sacar gasolina y con un pincel petroleaba con detalle el motor y las ruedas, para frotar después hasta que relucía. Con aquella moto las reparaciones eran constantes, y me sentaba junto a mi padre para observar con atención todo lo que hacía, darle al momento las herramientas y escuchar sus comentarios y respuestas a mis constantes preguntas; cuando visitaba taller iba con él para perderme entre las motos y observarlas con atención, y ganarme la bronca de algún adulto por tocarlas, porque a escondidas tocaba todos los mandos e interruptores que veía. Igualmente cuando venían a casa conocidos en moto, bajaba junto a ellas y las escudriñaba hasta que se iban, la MV Agusta 125 del Sr. Vicente o las Ducati de Manolo Sifre, y sobre todo la Sanglas 350 de mi padrino Carlos Taulé, esa sí que era impresionante, toda negra y enorme, con pantalla y defensas carenadas, mi padrino fue la 1ª persona que recuerdo que utilizaba casco y una chupa de cuero forrada, aquello era casi un sueño, y más aún cuando me subía a ella y me sentaba en el depósito (siempre parada, era muy pequeño). ¿Y qué decir de los primeros viajes con mi padre? El primero lo recuerdo casi como si ocurriera ayer, tenía 7 años, había tomado la 1ª comunión hacía solo unos días (por eso sé la edad exacta), salimos de madrugada, aún noche cerrada en Castellón, y la ruta, La Pobla Tornesa, Els Ibarsos, Vall d'Alba, Albocàsser, Ares y su imponente puerto (el Coll d'Ares), Villafranca del Cid y al fin Mosqueruela, ya en Teruel, todo el viaje sobre un cojín en el depósito (no llegaba a las estriberas ni mi padre se fiaba de llevarme atrás) y agarrado al centro del manillar, y aunque era junio, helado a pesar de los guantes, el verdugo de lana y la bufanda de tres vueltas (el Maestrazgo no es muy caluroso, ni en verano), aquel viaje fue una de las grandes experiencias de mi niñez y muchos más que hice hasta que un buen día mi padre se compró un Seat 1400 especial y la Iso quedó en un rincón, solo cuidada y atendida por mí y de vez en cuando por mi padre algún rato de verano en el que salía a relucir una afición que nunca perdió del todo, pero un padre de familia numerosa necesita un coche para moverse y mover a su prole; me he preguntado muchas veces si perdió la afición al comprar su primer coche, hoy sé que no fue así, y lo sé por los sentimientos que pude comprobar en él, ya muy enfermo, cuando compré la Drag, si que anduvo y llevó la Virago, con una soltura sorprendente, pero con la Drag se limitó a admirarla y recordar conmigo nuestras andanzas moteras en el amanecer de mi vida. Aquel coche, digno de una película americana de cine negro de los 50, me privó de la exclusividad de los viajes a dúo con mi padre, aunque hoy sería una auténtica reliquia, en parte ya era antiguo cuando lo compramos en 1966, era un tercera mano, los coches nuevos no eran muy asequibles.


Seat 1400 Especial


Mi niñez en los 60 estuvo rodeada de motos, España era un país motorizado, donde tener un coche era extremadamente raro y síntoma de buena posición, pero los Gordini, los Seat, los Citröen de la época, etc, nunca llamaron mi atención lo más mínimo, como ahora, son para mí meramente utilitarios e insufribles en un viaje largo sin una buena música o conversación animada.
Siempre he pensado que aquellas vivencias de mi niñez son las causantes de llevar este "veneno" en la sangre, esta adicción de la que nuna he podido soltarme y que nunca aconsejo a nadie (ya lo he escrito en este blog); parece contradictorio pero es así, no porque no quiera compartirla, al contrario, sino porque en mí es eso, un "cuelgue", y no puedo aconsejar a nadie esa esclavitud mental y física, no sería honrado, aunque sé que en ella hay felicidad, libertad y plenitud para dar y tomar.
Yo me he preguntado muchas veces por qué soy motorista (me gusta más que motero) y siempre llego a la conclusión de lo escrito aquí, por mi trabajo sé que las vivencias intensas de la niñez determinan de forma inconsciente nuestra vida posterior. Hoy tengo millones de razones para ir en moto, ha sido la misma moto las que me las ha dado sin buscarlas pero a veces creo que solo justifico algo irracional que sentía hace muchos años y quedó dentro de mí para siempre.. 


sábado, 21 de julio de 2012

MI VIRAGO

 No puede ser biennacido, quien no es agradecido.

Me resulta muy difícil escribir sobre ella, fueron quince años de verla a diario, de vivir innumerables sueños junto a ella, de conocer personas que nunca hubiera conocido, y de abrirme caminos que han condicionado mi presente de una forma muy distinta a como hubiera sido sin tenerla como referencia de mi tiempo libre. Es curioso, pero muchas veces he pensado como ha condicionado mi vida, un hierro, una máquina, solo eso.

  Mi Virago 535 merece un recuerdo, fue mi primera moto “a estrenar”, pues la seis anteriores siempre fueron de segunda, tercera o más manos aún, pero ninguna nueva. Me ha resultado difícil por los sentimientos que despierta en mí, porque como muy bien dijo Carrizo (un forero del foro S.Riders) “en las motos viaja el cariño”, y ligadas a ella hay infinidad de vivencias que ya forman parte de mí y del archivo de mi vida como momentos espectaculares y que no sabría cómo expresar y resumir en unas líneas; he olvidado algunos de esos momentos pero todos vienen a ser igual de maravillosos, pero vamos al tema sin más preámbulos.

Desde el 1986 estaba sin moto por primera vez desde los trece años, con la llegada de mi primer hijo había pensado que las motos no eran para un padre responsable y había vendido mi MV Agusta, los primeros años fueron fáciles de llevar, solo nostalgia, pero con el tiempo se iba convirtiendo en desesperanza, me había convertido en el padre jóven que, de la mano de su hijo, gira la cabeza cada vez que pasa una de más de 125 cc., algo que no se le escapaba a mi chica. Pero llegó 1991, uno de los mejores años de mi vida, mi segundo hijo, y un cambio en mi situación profesional y la de Teresa. Vivíamos en Benicàssim, en el carrer La Pau, y todos los días cuando llegaba del trabajo tenía en mi calle, junto al Hotel Canadá (hoy desaparecido) una increíble Yamaha Virago 1100, negra y reluciente, con ribetes dorados y hermosas líneas cústom. En ocasiones súbía a casa y seguía mirándola desde el balcón, nunca ví a su dueño, no coincidimos, pero oía casi a diario su sonido grave alejándose cerca de la media noche. Llegó el verano, y con él, jóvenes “bien situados” de Castellón frecuentaban con sus motos las terrazas que rodeaban mi calle, y me fijé en la hermana “pequeña” de mi 1100, la 535, más estilizada, clásica e igual de hermosa que su hermana, y como bien suponía, más asequible para comprar. Y un buen día, mientras paseábamos junto a las terrazas de la plaza de la estación y yo miraba absorto una Virago rojo-carmín, Teresa pronunció las palabras mágicas … “Comprala, … ¿por qué no?”, era agosto, el día cinco de octubre la matriculaba y la sacaba de taller para ir a firmar el seguro y llevarla a casa, aquella tarde apenas me atreví a hacerle un par de Km’s, acostumbrado a motos con la mitad de peso y dimensiones, aquello me pareció como empezar de cero, (y lo era) me sentí torpe e inseguro, y estuve un par de semanas sacándola de noche y sin tráfico hasta que le fuí pillando el aire y me sentí más seguro.


Rodé con ella quince años, y como soy prudente e inseguro (demasiado), todo con ella fue poco a poco de menos a más, reconstruí mis viejas amistades moteras, volví a sentir el placer de la carretera y los cilindros casi en las entrañas, los viajes a las koncentras, las matinales, las escapadas solitarias a carreteras y parajes desconocidos, el frío, el calor, la angustia de los sustos y el roce con el duro asfalto, la camaradería de las rutas en grupo, el ambiente de un buen bar y una buena música con las motos en la acera, la inflé de kilómetros y nunca, pero nunca, dejó de traerme a casa, pues con ella olvidé el miedo a las averías y a quedar “tirado”, algo que creía inevitable con una moto, ella no era como las anteriores, las pocas averías eran predecibles y aquellos motores no había que desmontarlos tras cada aventura. Nunca hubiera habido una Drag 1100 sin la Virago.
Con los años no perdió ni fiabilidad ni potencia, pero a mi alrededor todo el mundo cambiaba de moto y me entró el gusanillo de rodar con una moto de más de 1.000 cc., aparecieron los Dragsters y rodando con ell@s los ojos y el alma se me iban detras de las Drag Star 1100, en el 2006 cumplí 50 años y fue como la señal de que la hora había llegado, encargué la Drag sin vender la Virago, me dolía, pero la carne es débil y “el bolsillo” más aún, había un enamorado de mi Virago que siempre que la veía en el taller preguntaba si estaba en venta, y debió estarlo mucho porque no discutió ni un céntimo del exagerado precio que le puse, y el mismo día que la llevé a taller … se la llevó, no tuve tiempo ni de despedirme ni de echarle una última mirada, pero fue honrada hasta el fin, pues dos meses después me tropecé con ella aparcada en la plaza San Agustín de Valencia, frente al FNAC, y allí, los dos, rodeados de transeuntes apresurados le hice los honores y me despedí mentalmente de forma adecuada acariciando sus mandos, y me alegré de verla reluciente y mimada, eso se nota, subí al coche y seguí mirándola por el retrovisor hasta que desapareció, era un momento hermoso para recordar, fue una buena despedida (si es que las hay)

Gracias desde aquí, a l@s magnífic@s compañeros que nos acompañaron  en aquellos años, Antonio Tacco y Antonio Jr., Celia, Fabri, Espartero, Machaca, el Negro, Blas, Llargo, Valentín, Tono, Tanke, Abel, Chato, Manolo-Rácer, Garrofa, Jóse Peñas y familia, Mary, Capilla, Manolo Sifre, Augusto, Marisa, Osarvi y Satu, Joaquín, Miguel, Elías, Juanito Fernández, Ricardo “Tintín”, mi sobrino Javi, Arturo y Eva … y  en fin, a l@s much@s que conocimos en el vasto mundo motero y que ocasionalmente compartieron aquellos momentos felices; y un recuerdo más especial a los que nos han dejado ya, y que, como lo hicieron junto a mi Virago, ruedan conmigo, y como ella lo harán siempre, Jose Luis “Cosabuena”, Juan Peñas, Alberto Tacco y Toño Cazorla. Y a mi Virago, que acabó sus días conmigo empujándome hasta el presente.

         La última noche que durmió en casa: